Araucanía: el vino de la frontera

La lucha de las vides por crecer en la región

Autor: Alejandro Jiménez

03 de Abril de 2019

Hace un cuarto de siglo, el respetado enólogo y profesor Felipe de Solminihac estaba en Nueva Zelandia probando los muy reputados vinos blancos de la isla y se preguntaba porqué esa experiencia de un clima extremo no se podría replicar en Traiguén. Estaba pensando en el campo que su suegro Alberto Levy Wiedmer tenía en esa comuna que integra la Provincia de Malleco, en el norte de la Región de La Araucanía, y que recibió el título en el siglo pasado del “granero de Chile” por sus extensas plantaciones de trigo.

“Nos aventuramos a plantar 5 hectáreas de chardonnay con las maquinarias que tenía un campo de cultivos tradicionales lo que nos obligó a plantar con baja densidad, entre hileras anchas, de tres metros. También no densifiqué mucho la plantación porque no sabía el comportamiento del viñedo en esa zona con respecto a las enfermedades fungosas y donde caen en promedio más de 1.000 mm. de lluvia al año. Por otra parte, no había personal especializado en el cultivo de la viña, nadie conocía de la viña y tuve que entrenar y formar gente para sacar adelante el proyecto”, recuerda De Solminihac.

Cinco lustros después que este enólogo fuera pionero en plantar una viña de “características comerciales”, no es mucho lo que se ha avanzado en la región, pero comienzan a articularse algunos polos de desarrollo que merecen atención. Según el Catastro Vitivinícola más reciente (2016) del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), el total de hectáreas de vides para vino en la Región de La Araucanía asciende a 64,85 hectáreas, representando el 0,04 por ciento del total nacional. La comuna de Traiguén concentra más de la mitad del total con 37,73 hectáreas, seguida de las comunas de Victoria (11,52 hectáreas), Purén (5 hectáreas) y Angol (3,3 hectáreas). En cuanto al número de propiedades, se registran 14 en toda la región. Hay equivalencia entre la cantidad de uvas blancas y tintas. El chardonnay encabeza las primeras y el pinot noir las segundas.

 

El origen

Fue precisamente De Solminihac quien influyó sustancialmente en que el chardonnay tenga protagonismo en la zona. “Elegí chardonnay porque es más fácil que otras variedades blancas como el sauvignon blanc que es muy sensible al oídio y la botrytis. Mi primer vino fue el año 2000 (Sol de Sol) donde me di cuenta que el resultado era muy bueno y distinto a los chardonnay de las zonas más al norte. El equilibrio en azúcar y acidez es muy bueno, muy poco visto en otros lugares Chile. Sus aromas a frutas como melón verde, manzana verde, mineralidad no se encuentran fácilmente, y la acidez fresca natural del vino es muy especial”, explica Felipe de Solminihac.

Inspirada por la experiencia del enólogo, surgió otra viña en la región, pero en un clima más extremo. En las cercanías de Perquenco, al sur de Victoria y prácticamente en el centro de la región se ubica viña Alto Las Gredas, viña plantada el 2001 a instancias de Alberto Levy y De Solminihac, según reconoce su dueña María Victoria Petermann, quien suele decir que tiene “el mejor terroir del país, pero con el peor clima” por las frecuentes heladas que arruinan su producción, como pasó en la cosecha pasada. “Don Alberto decía que esta cuestión no daba ni uno, pero era muy entretenida... y tenía toda la razón”, cuenta la productora. “Tengo cinco hectáreas en total, pero solo dos y media dan, y bueno estamos tratando de sacar adelante un poco de pinot noir, y experimentar tal vez con otras cepas frías, como las italianas”, cuenta. “Estoy enamorada hace rato de la viña y la he aguntado a pulso hasta hoy”, dice una de las productoras más emblemáticas de la región, que sigue luchando contra las heladas y las enfermedades producto de la humedad.

También en la zona de Traiguén está Clos de Fous con poco más de cuatro hectáreas de pinot noir, chardonnay y riesling. François Massoc dice que “apostamos por esta zona por tener suelos y climas diferentes al resto de lo que se ve en Chile. También nos pareció que tiene un gran potencial de desarrollo y por eso quisimos partir con algunas hectáreas de prueba. Antes de eso compramos uva a pequeños productores locales por dos años”.

 

 

El vergel de Angol

En la frontera norte de la región, en la comuna de Angol, hay un par de iniciativas llamativas. Reconocida por su microclima, especialmente benigno para el cultivo de frutas y verduras, como el tradicional tomate angolino, presenta condiciones más favorables para la vid. Así lo creyó el padre de la enóloga Josefina Chahín, quien plantó tres hectáreas de chardonnay, pinot noir y viognier también impulsado por De Solminihac. La enóloga tras un periplo por Nueva Zelandia y Francia, y después de trabajar en Casas del Bosque y San Pedro, volvió a encabezar este proyecto bajo el nombre de Viña Kutralcura, que debutó con un buen chardonnay y está en proceso de plantar cepas tintas, entre ellas merlot. “Uno de mis desafíos es aumentar la producción porque el año pasado saqué tres mil kilos de chardonnay que este año no se va a poder aumentar por las heladas, y necesitamos al menos cinco mil para solventar los costos de la viña”, cuenta.

Josefina Chahín se apresta a debutar con su bodega vinificadora en Curacautín, con una capacidad de 25 mil litros, un verdadero avance para la región considerando que casi la totalidad de los vinos se vinifican fuera de La Araucanía. Las bodegas de vinificadores se cuentan con la mitad de los dedos de una mano, por lo que representa una pequeña revolución. “Tengo una estructura de cubas pequeñas para poder prestar servicios a distintos productores, especialmente a los que son parte de la Asociación de Viñateros de La Araucanía”, explica. Dicha Asociación Gremial se constituyó recién el año pasado con poco más de una decena de asociados. Allí figura también viña El Rosario de Angol, que produce un vino moscatel bajo la etiqueta de Los Confines, en referencia al nombre original del pueblo: Los Confines de Angol. La particularidad es que el viñedo se encuentra en el Centro de Estudio y Trabajo (CET) de Gendarmería de esa ciudad y es trabajado por los condenados que tienen el beneficio de cumplir su pena realizando trabajos agrícolas o similares, recibiendo un salario. A cargo del viñedo está el Sargento Primero y técnico agrícola Jaime López, quien luce orgulloso una de las mil botellas de Los Confines que se hicieron el año pasado y que este año esperan que suban a tres mil. Por su parte, el Capitán de Gendarmería Gunther Nawrath, a cargo del recinto angolino, explica que poseen un acuerdo con Vicap (Viñedos Capitán Pastene) para la elaboración de este vino y que uno de los desafíos es la conversión del viñedo a agricultura biodinámica. Vicap está formada por el enólogo Raúl Narváez y por el abogado Juan Pablo Lepín. Narváez es también dueño de viña Fanoa en Santa Cruz, Colchagua, que es biodinámica y parte de Colchagua Singular. “Partimos con este el año pasado, pero pensamos hacer un chardonnay y un pinot noir de la zona. Tenemos una plantación en Capitán Pastene de malbec y sangiovese que se plantó este invierno. Creo que el malbec en unos años más va a tener un excelente resultado porque esta zona es más calurosa y está en suelos muy interesantes de la cordillera de Nahuelbuta y el sangiovese porque madura temprano”, explica Narváez.

 

Al infinito y más allá

En Capitán Pastene, al sur de Angol y hacia la costa de Traiguén, otros viñedo también ha logrado llevar a la botella sus resultados. Se trata del pinot noir T3rzo de Viña Cavallieri, que vinifica el enólogo Juan Alejandro Jofré y que asesora junto a Renán Cancino. “Tras cuatro cosechas en Malleco puedo decir que ha sido una muy buena experiencia y es un tremendo desafío porque es un valle que se debe construir. Nos va a llevar tiempo entender los distintos lugares dentro del territorio, probar con más variedades y crear un ambiente de vinos. Un ejemplo de lo anterior es la falta de mano de obra que entienda los trabajados que se deben realizar. Hay un potencial interesante, pero estamos en una etapa de construcción”, opina Jofré.

En el otro extremo de la región, en el límite sur, en las cercanías de Villarrica, Paula Nicolas lucha por hacer crecer sus parras. Periodista de profesión, quien se instaló a vivir en la zona lacustre, explica que la idea partió por su hermano menor, Diego, en 2012, cuando éste inició un vivero de vides viníferas en este campo, que además está en el proceso de crecimiento de parras de pinot noir y portugais bleu. Actualmente la viña Casa Nicolas embotella un rosado de syrah, un cabernet sauvignon, un petit verdot, un carignan y un sauvignon blanc de otras zonas del país. Paula, además, preside la Asociación de Viñateros de La Araucanía. “Para nosotros ha sido un proceso largo porque tuvimos un incendio en el campo que atrasó varios años la producción del pequeño viñedo de Villarrica. A eso se suma la falta de mano de obra especializada y otros que convierten en un gran desafío el sueño de tener un vino de esta zona”, explica Paula Nicolas, mientras muestra la pequeña extensión donde las parras luchan por sobrevivir y donde son prácticamente regadas a mano por su propietaria cada dos días en temporada estival. Para Paula los grandes desafíos son “educar al consumidor para apreciar los vinos hechos a escala humana y de cepas poco tradicionales. También mejorar la comercialización y darse a conocer en los medios especializados, porque la distancia nos juega en contra. Finalmente encontrar canales adecuados de distribución para pequeñas producciones”.

Felipe de Solminihac -para retornar al descubridor contemporáneo de esta zona- es optimista. “Por el momento creo que hemos contribuido a demostrar que es posible cultivar la viña, obtener buenos vinos y venderlos a un buen precio. Esto último no es fácil porque las variedades que se dan en el sur son las de ciclo corto, es decir aquellas que maduran temprano tales como chardonnay, sauvignon blanc, riesling y pinot noir, vinos difíciles de vender a buen precio. El precio es muy importante porque los rendimientos de la viña son bajos en comparación con la zona central. Hoy día con las variedades clonales puede mejorar mucho el resultado, pero hay que ver la calidad obtenida en los vinos”.

Una zona todavía en pañales, pero es probable que con el calentamiento global en marcha en los próximo años existan nuevos y viejos aventureros que prueben con aquellas cepas tintas que hacen famosa a la zona más central del Chile vitivinícola. Por ahora, uno de los grandes avances, destaca De Solminihac ha sido “solicitar y obtener del Ministerio de Agricultura la nueva Denominación de Origen para el vino chileno, Valle del Malleco, área de Traiguén. Hasta entonces las D.O. llegaban hasta el Biobío. Necesitaba la DO para poder exportar el vino y no poner simplemente Región del Sur”. Al menos una batalla se ha ganado en el largo camino de los vinos de La Frontera.

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