Botellas de vino: un mundo fantástico

Autor: LA CAV

25 de Enero de 2021

Pocas veces hemos revisitado la enorme historia e importancia de un elemento fundamental en la presentación y conservación del vino: la botella de vidrio. Con siglos de historia, hoy nadie desconoce el arte tras cada uno de esos recipientes.

Ilustración Christian Luco.

 

En nuestra normalización, olvidamos las profundas raíces e historia de las botellas de vidrio, una de las responsables directas de la maduración del vino y el desarrollo de sus aromas y sabores. La historia de soplar el vidrio tiene larga data, y existen registros de una botella parecida a la toscana ya en el siglo XII. Pero pasarían varios siglos donde el vino, incluso con registros en el siglo XVII, seguía siendo guardado en madera o estaño, dejando las botellas de vidrio o cristal solo para las mesas más refinadas, como reconoce el Diccionario del Vino de Mauricio Wiesenthal.

La famosa fábrica Kenelm Digby popularizó las botellas de vidrio oscuro -ahumado por el horno del carbón- e incluyó la concavidad en el fondo, “facilitando su resistencia y estabilidad”. Estas botellas llegarían rápidamente a mercados como el holandés y francés, y ahí nuevamente los grandes vinos de Champagne fueron relevantes ya que su segunda fermentación debía realizarse en botella y la botella de vidrio toma definitivamente su camino de imprescindible. En el caso de las grandes casas de espumosos, una botella más gorda, con esa cavidad muy pronunciada y un gollete que se adaptara al corcho especial para soportar la presión de las burbujas. Desde 1700, las bolleterías se instalarían rápidamente en Burdeos.

Forma: la forma regular y cilíndrica recién se asumiría masivamente entre los siglos XVIII y XIX, por la fuerza que tomó el tapón de corcho que claramente presentaba ventajas enormes sobre los tapones de tela o pergamino. Al mantenerse húmedo, permitía a las botellas descansar en forma horizontal y evolucionar de manera notable. Especialmente en esos años para el Oporto.

Hoy nadie duda que la enología tuvo un cambio fundamental gracias a las botellas de vidrio, aunque irónicamente en italiano “fare un fiasco” (hacer una botella) sea en el sentido de cometer un error. Hoy aromas primarios, secundarios y terciarios van naciendo y mezclándose dentro de la botella, en un danza sutil y fundamental de la guarda.

Hoy probablemente las que más podemos ver por el mundo son la Burdeos, la Borgoña y alemana y la botella de Champagne.

Color: aunque es por todos sabido que el vino se conserva en botellas oscuras de mejor forma, existe una fantástica diferencia como la clásica y preciosa botella clara de Roederer Cristal. O lo que ya sucede con muchos vinos rosados, o los dulces de Sauternes también han preferido la botella transparente… lo cierto es que la mayoría van por distintas tonalidades verdes por razones más bien tradicionales (las primeras masivas lo fueron por estar cerca de bosques)… lo mismo que el color café que usan algunos vinos fortificados e italianos, o el elegante amarilloso verdoso de la botella Borgoña llamado en francés “feuille morte” u hoja muerta en español.

Capacidad: la botella clásica tiene capacidad para 750 ml, aunque hay posibilidades desde los 10 ml. Los nombres más conocidos son los siguientes:

Mágnum: 1.5 litros

Doble Mágnum o Jéroboam: 3 litros

Impériale o Matusalem: 6 litros

Baltazar: 12 litros

Nabucodonosor: 15 litros

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