CRÍTICA DE RESTAURANTE. Casa Colchagua, en Santa Cruz: cuando menos es más
Saben lo que se come en la zona y tratan de adaptarse a esa exigencia del territorio. Tras la comida, la sensación que queda es que deben trabajar aun más para sacarle partido real a esos sabores locales.
Autor: Carlos Reyes M.
09 de Mayo de 2019En Casa Colchagua el pebre pica poquito y el pan amasado sabe más liviano… pero sigue siendo amasado. Son detalles que denotan su vocación turística bajo un entorno impecable: una casa de campo reconvertida a restaurante, con una amplia terraza pegada a parras de un viñedo que garantiza instantes idílicos, sobre todo si de soslayo corre una brisa leve durante la hora de almuerzo. Una estilización del sentir de la zona, extendida por cierto a su propuesta culinaria.
Giovanna Vanni es la chef y busca exaltar las bondades de su entorno, mediante platos que consignan su aprendizaje respecto del territorio. El producto local campea, también las preparaciones al estilo de la mediterránea Zona Central chilena. Como pocos, en un comedor con pretensiones por sobre la media, se arriesga con unas Patitas de chancho ($ 7.800) picadas en trozos pequeños y puestas en un timbal de aire noventero. En todo caso el real problema era su dureza y un cúmulo de sazones y texturas que disfrazaban su sabor: almendras tostadas, ciruelas secas, un alioli de pimentón (con poco ali), pedazos de palta. Con menos ingredientes, aprendiendo de referentes como Colo Colo de Romeral (que sirve patitas de manual) y solo con la salsa verde que iba a un costado, tanto mejor.
De fondo una Mechada ($ 10.200) dentro de una fuente de greda grandota y efectiva para contener tanto y tan sabroso caldo con dejos atomatados. Bastaba una cuchara para cortar las lonjas de carne con verdura al centro; a la vez esa fue su gran dificultad: la sobrecocción que restó la consistencia necesaria del preparado. Ni dura ni muy blanda; debe sentirse el perfume de la zanahoria, del ajo; que no se pierda en un caldo rico, sí, pero que deja anémico a ese corte de fibra larga. Uno que requiere la paciencia de la olla, pero no tanto. Lo acompañó una papa rellena con pimentón, queso y aceitunas, donde este último ingrediente fue el único que supo hacer puente con el resto del plato. El postre, Duraznos en conserva caseros ($ 3.600), sin ese tono apretado de los salidos del tarro ni excesos azucarados. Una delicia. Entonces, es por la sencillez donde está el camino para un lugar, que aun así invita a una pausa, mientras se pasea por las viñas del resto del valle.
De los vinos: una carta con viñas que tienen marcada presencia en el valle. Hay bodegas consagradas y otras emergentes, donde aparece la diversidad con que se ha vestido la zona durante toda la década. Sí se echan de menos, por lo mismo, más opciones por copa. Acompañó la comida (y bien) una de Laura Hartwig Single Vineyard carmenère ($ 4.000).
Dirección: Callejón Los Boldos s/n, Barreales, Santa Cruz. Teléfono: 994245007.