El camino no se acaba

Autor: Ana María Barahona

01 de Abril de 2022

Fotografía: Sebastián Utreras / Producción: Claudia Maluenda

Hace exactos 25 años este bordelés llegó a Chile y no se fue nunca más. Comenzaría una fecunda vida en nuestro país, pero también en viña Odfjell desde donde hoy ha decidido salir de la primera línea y dejar espacio a nuevas generaciones.

-¿Qué fue lo que más le impresionó de su llegada a Chile en términos laborales?
La poca existencia de viña chicas, de proyectos más boutique. Quizás estoy equivocado, pero tengo en la cabeza que había 140 o 150 viñas en todo Chile. Era una industria, quizás lo es aún, pero hay cosas mucho más entretenidas y creo sería tiempo de no usar más este término “industria”.

-¿En qué debió acomodarse y en qué tuvo que hacerlo su equipo en Odfjell?
Lo que creo fue difícil es hacer entender que la familia Odfjell venía con una mirada distinta. No eran del mundo del vino y fue complejo hacernos respetar como productores, serios, con una visión a largo plazo, más ecológica; el diseño también de la bodega, la primera de este estilo en Chile.

-¿Cómo describiría estos años en la viña de origen noruego? Ha sido piedra fundamental de su historia y de la definición de sus vinos.
Más que trabajo ha sido un proyecto de vida. Algunos dirán que no he sido ambicioso, carrerista... de cambiar de viña. Al contrario, encuentro que es un sentimiento increíble ser parte de un proyecto desde el principio. Verlo crecer, equivocarse, caer, levantarse. Quizás he sido importante en la viña, la definición de los vinos... seguramente. Con el tiempo me doy cuenta que da lo mismo mi papel, soy una piedra del edificio que espero va a seguir creciendo.

-Alguna vez dijo que no todo ha sido miel sobre hojuelas. ¿En qué momento pensó en buscar otros rumbos?
No, no ha sido siempre fácil. También reconozco que tengo problemas con la autoridad... pero en serio, como todo es un trabajo que exige, demanda, pero también entrega. A veces he pensado en cambiarme, pero al final estoy aquí. Siempre he podido conversar con los Odfjell y buscar soluciones. Además, es verdad que es difícil hacer un producto sobre el cual todos opinan: clientes, periodistas... y eso cuesta. Un día tiene un buen puntaje, el día siguiente el mismo vino con mal puntaje. Después empiezas a aprender a vivir con eso y lo ves más como una ayuda y no una crítica.

-¿Cómo ha cambiado Arnaud Hereu enólogo en estos años?
En todo. Llegué con esta visión bordelesa de que lo mejores vinos son de Bordeaux y un día me iré pensando que Bordeaux está lejos de ser lo mejor que se hace. También aprendí mucho en los temas orgánico, las cepas que no tenía en mi ciudad... Básicamente aprendí todo.

-A pesar de ser extranjero, tiene muy buenos amigos enólogos chilenos quienes suelen hablar de usted con mucho cariño y respeto. ¿Qué aprecia de sus colegas chilenos?
Tengo muchísimo respeto por los enólogos chilenos o que trabajan en Chile. Son gente abierta a probar cosas nuevas, desafiantes. Morandé, Montes, pero también Brett Jackson... son tremendas personas. Sin olvidar los que trabajan y que nunca se mencionan, especialmente los enólogos de graneles que son muchas veces mejores que los otros. La nueva generación viene con ganas y luego van a hacer cosas extraordinarias.

-¿Cree que suele suceder que los técnicos franceses vienen con una mentalidad, “yo les vengo a enseñar a estos sudacas”?, ¿fue así en su caso?, ¿hay algo que haya aprendido en Chile y que lo haya marcado como enólogo?
Obvio que llegué así, conozco a otros que siguen así... ja, ja, ja. Pero uno, si no es tan porfiado, se da cuenta rápidamente que son dos mundos distintos. Hacer vinos con 12,5 grados de alcohol es distinto que uno con 14,5. El clima es distinto... o sea todo. Creo que después de recibir unas lecciones, uno baja la cabeza y aprende humildad. Y eso para un enólogo francés no es fácil.

-Fue de los primeros enólogos en partir con su proyecto propio. ¿Qué pasó con eso?, ¿por qué lo dejó?
Sí en 2006 partí con mi proyecto con 100% apoyo de los Odfjell. Creo que fui el primero en hacer su vino en la misma bodega donde trabajaba. Algo normal hoy, pero extraño en esa época. Lo paré porque no puedo dedicar tiempo a lo que también aprendí aquí, es decir vender. Pensaba, como buen bordelés, que hacer vinos buenos era suficiente. No es así. Hacer vino dentro de todo es fácil, venderlo es muy, muy duro. No me da el tiempo.

-Cuéntenos sobre su cambio de rol en Odfjell. ¿Cuándo sucede?, ¿por qué? Nos imaginamos que no debe ser fácil dejar la primera línea a quien está absolutamente vigente en lo que hace.
Hoy estoy a cargo de los viñedos y vinos, pero en realidad llego a la mañana hablo con Fran para saber si todo está bien. De allí hablo con Nacha y le pregunto lo mismo y a las 9 ya estoy desocupado... ja, ja, ja. No, en serio, es muy enriquecedor trabajar con jóvenes que te desafían a cada rato. Y para ser franco me da lo mismo si paso al segundo o tercer plano, lo más importante es la viña, no yo.

-¿Cuál es su nuevo rol específicamente y cómo es su relación con Francisca (Palacios), la nueva enóloga jefe de Odfjell?
Fran está a cargo de los vinos. La apoyo en muchas cosas, peleo cuando no estoy de acuerdo y trato de convencerla, pero quiero que sea ella quien decide. Tengo la experiencia, cómo resolver situaciones que suceden, pero ella está al mando.

-¿Cree que a los enólogos de su generación les cuesta soltar, y darle paso a las nuevas generaciones?, ¿qué valora y crítica de los enólogos más jóvenes que están asumiendo roles importantes?
No lo sé, a mí no me cuesta, me da lo mismo. Como dije un día me iré y la viña debe seguir. Prefiero traspasar mi conocimiento a alguien y estar seguro que esta persona va a llevar los vinos Odfjell hacia lo mejor.
Ojalá que los vinos que vamos a producir en el futuro sean mucho mejores que los que hice antes. Había que hacer un tremendo trabajo de despejar el camino para que esta generación nueva de enólogos puedan enfocarse en los detalles, el llamado fine tuning. Los enólogos jóvenes deben tener la humildad de aprender de los viejos; los viejos deben tener la humildad de no creer que se las saben todas.

-¿Qué es lo más relevante en lo que ha participado en estos años en Chile?, ¿en la construcción de MOVI, VIGNO, en la historia de Odfjell?
Creo primero en Odfjell y después es el rescate del carignan. Odfjell jugó un papel muy importante por no decir clave. Creo que igual si Orzada 2001 carignan no se hubiera hecho, otra viña se habría dado cuenta del potencial de la cepa pero... lo hicimos antes. MOVI y VIGNO son consecuencia de un despertar, ya sea de los enólogos o de una cepa. Es un camino lógico de un país que tiene su mundo vitícola maduro.

-Teniendo ya hija chilena, una historia acá, ¿cuál cree que es la gran revolución que le falta al vino chileno?
Ser inclusivo entre sí. Que Wines of Chile tenga como presidente el dueño de una viña chica, que seamos más cooperativos y que nos creamos el cuento que hacemos tremendas cosas en Chile.

 

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