El explorador

Autor: Ana María Barahona

19 de Junio de 2023

Por la sangre de François Lurton corren vinos y destilados. Por generaciones su familia ha trabajado en ambas industrias. Sus antecesores llegaron a tener 1.500 hectáreas de viñedos en Burdeos, fueron propietarios de Château Margaux y dieron origen a la denominación Péssac-Léognan. Lurton quiso ser piloto de avión, pero el exceso de aviadores post Vietnam le truncó sus sueños de adolescente; sin embargo, su alma aventurera siguió hasta hace poco corriendo rallys y Dakar. Ese mismo espíritu lo alejaría del negocio familiar en algún momento para armar su carrera como asesor primero, y luego como productor en distintas partes del mundo. Incluyendo España, Argentina y Chile aunque sigue siendo el principal productor de sauvignon blanc en su país natal. Mientras François decidió consolidar su negocio que partió originalmente con su hermano Jacques (asesor de varias viñas y el creador de los primeros Cabo de Hornos de San Pedro), este hoy está a cargo de las propiedades de la familia en Francia.

-Su llegada a este lado del mundo fue como consultor...
Partimos antes asesorando y haciendo vinos con Nicolás Catena, por ejemplo. Nos convertimos en unos de los principales exportadores de vino de Argentina porque hasta entonces no habían salido al mundo. Pero en vez de seguir arrendando decidimos años después comprar y así fue que en el centro del valle de Uco adquirimos en una zona donde nadie había plantado que es Chacayes, y creamos esa apelación para el vino argentino. Registré el nombre... luego llegaría Clos de los Siete y hoy está completamente consolidado. En 1992 llegamos a Chile también y creamos Cabo de Hornos para San Pedro. Pero fue un proyecto más de Jacques, y en 1997 le compramos uva a Laura Hartwig, y así parte el proyecto Gran Araucano que hoy es François Lurton. Tiempo después adquirimos el campo de Lolol.

-¿Qué pensó cuando llegó a América del Sur en 1992?
Habíamos viajado por varios países, teníamos idea de lo que era el Nuevo Mundo: California, Sudáfrica, Australia. Naturalmente hemos tenido ese espíritu explorador. Queríamos seguir por esa senda, y el primer viaje a Australia nos ayudó mucho. Nos quitó esa cosa un poco “enceguecida” que tenemos los franceses, más dogmática, y nos mostró que había un fantástico mundo para desarrollar vinos. Al final el peso de la historia igual da problemas. En Argentina nos encontramos con otros asesores como Michel Rolland y Paul Hobbs. Nuestra mentalidad fue siempre no viajar con recetas, sino que mirar lo que había e intentar interpretar esos lugares.

 

-Porque sí existió eso, ¿no? De traer la receta francesa a la conquista de los nuevos terruños... el savoir faire.
Es verdad lo que dice. De hecho, me recuerdo de un productor de Sancerre que había comprado en Nueva Zelandia, que había encontrado el mismo suelo y que haría lo mismo que en Francia. Y yo me preguntaba cuál es la lógica de viajar 30 horas en avión para hacer lo mismo que acá.

-¿Qué le gustó de Chile para quedarse?
En Chile era la apertura total, la novedad. Había todo que hacer, pero con plantaciones antiguas, distintos orígenes. Sin dudas, fascinante. Y después aparecerían los terruños de la costa, el sur extremo. Y, bueno, nos instalamos en Lolol que nos pareció el lugar apropiado para Chile, y desde ahí desarrollar variedades tan importantes como es carmenère que de hecho da vida a nuestro gran vino de la casa, Alka. Nos gustó también lo diferente que era el cabernet sauvignon chileno a lo que teníamos en Francia.

-¿Y de Argentina?
La cantidad de espacio libre porque en Chile ya había muchas viñas establecidas cuando llegamos. Argentina era un territorio por conquistar.


-¿Cómo ve hoy su marca en Chile?
Hemos desarrollado todo al mismo tiempo y eso ha tenido sus complicaciones. Cuando compré a Jacques, vino la crisis 2008 y nos habíamos quedado pequeños. Desarrollé mi negocio en Francia, Argentina, mientras que España y Chile quedaron más pequeños.


-¿A su hijo le interesa hacerse cargo?

Por ahora no. El tiene su propio negocio de venta de viñedos en Francia. No estoy empujando que ellos ingresen. Somos todos cabezas duras, y no quiero pelearme con mis hijos.
 

-¿Cuál ha sido la principal enseñanza que le traspasó su familia para desarrollar sus propios negocios en el vino?
Lo primero y medular fue a manejar la vid. Soy un productor que entiende que todo está ahí. Jacques estaba en la bodega y yo en el campo. Trabajé todas mis vacaciones en el campo. Creo que era lógico que en Chile y otros países jóvenes partieran con inversiones en la bodega, para luego mirar los campos. Hoy saben que si la uva está buena, el vino se va a hacer.

-Usted dijo en una entrevista reciente que la exigencia había sido clave en su formación. ¿Se ve poco o mucho en los nuevos productores?
Aprendí que podemos producir calidad en volumen porque hay mucha gente que no puede creer 
que Château Margaux haga 300 mil botellas. Violà. Enseñamos que una bodega debe estar impecable, y esa mentalidad no existía en el Nuevo Mundo.

-Pero eso fue hace tiempo...

Claro, claro. Lo que ha pasado estas últimas dos décadas es una revolución fenomenal. Pero también tienen una gran empresa como Concha y Toro, y perdóneme que lo diga, pero su fama conlleva también que Chile no avance. Los precios en lo masivo han perjudicado mucho la imagen de Chile en el exterior y eso es una carga de la cual no han podido desprenderse y nos afecta a todos.
 

-Puede parecer injusto para el mismo Concha y Toro, o el trabajo de posicionamiento de alto nivel que han hecho unos pocos...

Sí, lo sé, pero la realidad es que Chile sigue siendo el buen vino barato, para el día a día. Para el domingo, para las reuniones importantes compramos vino francés, italiano, californiano.


-¿No es lo mismo que en Argentina?

No porque en Chile son dos o tres los que se han posicionado arriba. En Argentina hay más.


-¿Alguna otra crítica al mercado chileno?

Otro gran problema que tiene su país es el muy bajo consumo local de vinos, y lo hablo en todas las clases sociales. He podido compartir con varios millonarios chilenos, y el ítem vinos para ellos es como su compra semanal de jugo de naranjas. Es decir, con muy poca cultura, no les interesa... mientras en Argentina con precios realmente altos, están felices de consumir esos grandes vinos. Compran diferentes cosechas, las comparan.
 

¿Sigue creyendo fielmente en los principios de la agricultura biodinámica?
Sí, al venir de la tierra creo que es fundamental. Y aunque hoy no está completamente controlado, creo que el futuro será de los vinos naturales. En unos 30 años más, eso sí. Chile es nuestro laboratorio para el mundo. Acá estamos partiendo con una línea de vinos naturales, un pet nat, un naranjo y un carmenère y luego queremos expandirnos a otras regiones del mundo.

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