El triunfo de la botella
Autor: Alejandro Jiménez
21 de Agosto de 2023Una importancia capital en el desarrollo de la guarda de los vinos tuvo la adopción de este frágil recipiente, que a lo largo de la historia se ha mostrado como el más adecuado para permitir la llamada y apreciada evolución en botella.
La historia de las botellas de vidrio es larga, puede remontarse a la antigua civilización de Mesopotamia, donde presumiblemente se produjo el vidrio por primera vez alrededor del 1600 a.C.; a los egipcios que posiblemente fueron los primeros en usarlas para el vino; o a Venecia, donde el vidrio probablemente venía fabricándose desde la época romana. Así que entrando al siglo XVII o incluso antes, cuando se comienza a producir la verdadera revolución del uso de la botella y el corcho, la botella de vidrio no era una novedad, pero sí escasa y cara.
Para el escritor e historiador del vino Hugh Johnson “el primer axioma de todo el que elaboraba o comerciaba con vino era venderlo rápidamente” ante la amenaza inexorable de la Acetobacter aceti que “sólo necesita una fuente de oxígeno para multiplicarse con consecuencias catastróficas”; es decir, ácido acético o, simplemente, vinagre. “La revolución llegó con la botella y un método seguro de sellado. Ésta fue la gran contribución del siglo XVII a la historia del vino: botellas y corchos. Sin ellos, la calidad del vino podría haber avanzado, pero no su capacidad de envejecer”.
Interesante data al respecto agrega el escritor español Mauricio Wiesenthal. “El éxito del vidrio comenzó a ser tan evidente a comienzo del siglo XVII que Jacobo I de Inglaterra prohibió los hornos vetrarios que consumían la preciada madera de los bosques, considerándolos un lujo excesivo. Pero el rey concedió patentes especiales a Robert Mansell (1620) y Kenelm Digby (1640), que desarrollaron la industria del vidrio fundido en hornos de carbón de hulla”. Por cierto, debido al ahumado, el vidrio era oscuro lo que caracterizaba a estas botellas, así como el vidrio “verde” procedente de las vidrierías cercanas a los bosques. La forma de las botellas fue cambiando lentamente, ya que en su inicio cada una tenía una sello particular al ser elaboradas artesanalmente, y se consideraba como un objeto sin importancia, “casi como un subproducto de la artesanía del vidrio”, anota Wiesenthal. “En italiano todavía se dice fare un fiasco (hacer una botella) en el sentido de cometer un error. Pero esta artesanía humilde llegó a convertirse con los años en un arte. Las fábricas famosas firmaban sus botellas, como los artesanos de roble firmaban sus barricas”.
Desde una perspectiva histórica, para Wiesenthal, “cuando la botella se impuso como recipiente para el transporte, el almacenamiento y la comercialización, nadie se dio cuenta de que la enología estaba viviendo un cambio extraordinario”, es decir, había un nuevo ciclo en la evolución de los vinos que hasta entonces vivía su guarda en toneles y barricas, “y luego se vendía y consumía durante el año. Su precio disminuía progresivamente, y se liquidaba el fondo del barril cuando el vino nuevo llegaba al mercado”.
En el clásico El vino y la viña de Tim Unwin, el autor atribuye la posibilidad de guardar vinos en las botellas como causa del desarrollo de “los nuevos vinos de Burdeos, el Champagne y el Oporto” debido a que “la característica básica de estos nuevos vinos era que tenían la capacidad de envejecer y que podían venderse por más dinero que los demás disponibles en esa época”.
Uno de los grandes desafíos que enfrentó el desarrollo de la botella de vidrio fue el tapón que se debía usar: ya sea papel, pergamino, tela, vidrio, o combinaciones de algunos de ellos pasaron por su gollete hasta el uso del corcho, es decir, la corteza exterior del alcornoque, que se caracteriza entre otras facultades por su elasticidad. Era un material conocido, usado y abandonado desde los romanos, pero solo fue hasta la elaboración de botellas de forma regular y cilíndrica cuando los viñateros constataron que el tapón de corcho representaba muchas ventajas. “En la botella bien tapada, con un corcho sano, se produce una reducción que desarrolla el bouquet del vino. Los aldehídos, ésteres, cetonas y ácidos grasos contenidos en el vino evolucionan continuamente… En resumen, puede decirse que la maduración en botella armoniza y redondea el vino”, apunta Wiesenthal.
Solo quedaban, como anota Johnson, dos cosas por inventar: el sacacorchos y una botella cilíndrica que pudiese tumbarse de lado. La botella evolucionó durante toda la primera mitad del siglo XVIII para lograr su cometido; el caso del sacacorchos sigue siendo todo un misterio, y materia de otro artículo.