Perfil: Álvaro Espinoza

El gurú trascendental

03 de Septiembre de 2018

A pesar de ser uno de los enólogos chilenos más admirados acá y en el extranjero, el hombre que hizo carne la viticultura biodinámica y un cotizado asesor, mira el vino desde lejos, más relajado que nunca.

ENTREVISTA: ANA MARÍA BARAHONA / FOTOGRAFÍA: MATT WILSON

Una cosa es lo que quiera, lo otro es lo real. En la medianía de los 50 años, Alvaro “Polilla” Espinoza tiene su agenda copada. El asesor de viñas como Emiliana, Santa Ema, William Cole o Undurraga tiene tres días a la semana para sus clientes y dos para su querida Antiyal. Esa viña que hace exactos 20 años formara en Maipo Alto junto a su mujer, Marina Ashton y sus pequeños hijos y que fue todo un sím- bolo de las viñas de garaje y de la agricultura orgánica/biodinámica.

-20 años de la primera cosecha de Antiyal. ¿Cómo los califica?

Entretenido, de mucho esfuerzo, trabajo. Para mi no fue solo hacer un vino, era descubrir hacer un nuevo tipo de agricultura. Aprender de eso, en carne propia, con tus propios costos, fue pesado. Fue un proyecto familiar desde el día uno. Pero aprendimos a respetar nuestros espacios. La Marina mi señora a cargo de la administra- ción y lo comercial y yo en la parte técnica.

-Partiste con Antiyal a los 30 y algo, criando, con mucha energía. Con sueños. Mirando en perspectiva, ¿lo habrías hecho distinto?

Es que son otras realidades. Estoy en otra etapa. Más calmado. Quiero disfrutar más la vida. El negocio es poco rentable pero es muy apasionante. Lo hemos pasado muy bien. Siempre quise tener mi viña propia.

-Creaste escuela. Todos los MOVI tomaron tu imagen de vino de garaje para partir sus proyectos. ¿Qué es lo más valioso que sacas en limpio?

Para mi haber desarrollado un proyecto novedoso en términos de agricultura, muy actual. Hoy está en boga, todos quieren ser biodinámicos, y ese es un tema a discutir seriamente. Ha sido un estilo de vida.

-¿Lo defines como exitoso?

Sí, porque si lo vendo un día me va a permitir retirarme. Nunca he pretendido acumular riquezas... y me siento súper orgulloso de haber ayudado a promover una agricultura sustentable. Más allá del vino. Fue un vehículo para llevar ese fondo social.

-La realidad es que si mañana viniera un chino y te ofreciera comprara Antiyal, ¿la venderías?

Ahora no, quizás en unos años. No estoy buscando vender.

-¿Sin posibilidad de asociarte?

No, no me asociaría. Los socios son como tener un medio jefe y ya tengo una ja ja ja. La viña está en un buen momento. Está creciendo, en pocos años he doblado la producción. Y sí, hay gente más “exitosa” que yo, pero con altísimos costos personales. No quiero enfermarme. No quiero endeudarme. No quiero socios. Crecimos a una escala humana.

-¿No te interesaba una fama tan rutilante?

Te voy a contar una historia. Cuando hace 18 años Rafael Guilisasti me contrató para Emiliana como asesor me preguntó si quería ser una estrella y ganar como tal, viajar como tal. Y yo le dije no. Viajes acotados, preocupado de mi calidad de mi vida. De mi familia. Tengo otros intereses.

-Tú partiste con el tema de los puntajes altos cuando con Carmen Gold sacaste 95 puntos me recordaste recién. ¿Cómo ves ese tema hoy?

Creo que hoy casi no hay vinos malos en Chile, excepto algunos naturales. Y respecto a los puntajes, a sacar entre 94 y 100 puntajes es más un tema de subjetividad y gusto personal del crítico.

-¿Respetas de maneras distinta a catadores que están hoy en el circuito?

Por supuesto. Me gusta más como cata un tipo como Tim Atkin, creo que entiende mejor Chile, me conoce desde los inicios, ha ido a mi viña. Es un Master of Wine. No es que te juntes a catar con los amigos y ponerte a escribir. Hay que tener una formación.

-Pero habrá que reconocer que a ustedes los enólogos en la mayoría de los casos les carga que les critiquen sus vinos...

Sí, duele. Pero para mi los puntajes no son tan importantes como sí el interés por lo que estás haciendo.

-¿Crees haber sepultado opciones de ganar más puntos por hacer vinos más maduros y redondos en tiempos de acidez y austeridad?

No sé. He intentado ser honesto con los lugares donde hago vinos, sería ridículo hacer vinos de 12% en Maipo o Colchagua porque estaría usando una técnica para maquillar mi vino. Estos son mis vinos, no hago blancos costeros, no tengo vinos patrimoniales. Es muy raro que a un gallo de la Borgoña que le pidan que tenga un Burdeos. Acá en Chile se valora mucho el que hace de todo y creo que en ese sentido nos falta madurez, tener especialistas en diferentes lugares.

-¿Cómo ves hoy el enorme eco que ha tenido la viticultura orgánica y biodinámica?

Para mi es muy importante la certificación. Que quien esté hablando esté certificado, porque está lleno de propagadores... la verdad es que cuesta mucho certificarse, hay un compromiso ahí, y hay que defenderlo. No es justo para los que estamos haciendo la pega. No cuesta nada llenarse de aparecidos.

-Has sido muy crítico en entrevistas recientes de los vinos naturales...

No, aquí hay dos cosas. Los vinos naturales han sido muy buenos porque se asocian con lo orgánico y lo biodinámico, lo más sano y eso yo lo valoro. Pero me molesta la falta de certificación, vengo llegando de una feria donde habían muchos vinos naturales, y no tenían empacho en contarme que compraban uvas convencionales.

-¿Hay algo que no hayas hecho en el vino y que te gustaría hacer?

Me encantaría apoyar a algunos productores mapuches. Algo como lo que hace Pedro Izquierdo, en viticultura orgánica obviamente. Eso me haría muy feliz. Mezclar lo social, regional con el vino. Me siento comprometido con eso.

 

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